La población española está experimentando un proceso de envejecimiento notable, mientras que la presencia de jóvenes está en declive. Este fenómeno se evidencia en cifras concretas: durante el segundo trimestre de 2023, se registró una disminución de 1,437,700 personas entre 16 y 29 años en comparación con el mismo período en 2007. En aquel año, la juventud (16-29 años) representaba el 42.8% de la población, mientras que en 2023, este porcentaje se redujo al 37.6%. En otras palabras, la representación de jóvenes ha decrecido en 5.2 puntos porcentuales, según indica el informe Jóvenes y Mercado de Trabajo nº38 de la Secretaría de Estado de Empleo y Economía.
A nivel global, la juventud ha experimentado cambios estructurales en su forma de actuar, pensar y vivir. Esto plantea la interrogante: ¿es la juventud frágil como el cristal? Se ha debatido extensamente sobre las distintas generaciones y sus características, las respuestas de cada grupo de edad ante eventos específicos y las prioridades que establecen en sus vidas.
En este contexto, los jóvenes de 16 a 29 años se sitúan entre la generación Z y los mileniales. Atribuyéndoseles características como la priorización de la salud mental y física, así como la valoración del tiempo libre, también enfrentan prejuicios y estigmatizaciones por parte de otros grupos de edad. Algunos argumentan que son “de cristal” debido a su percibida fragilidad, baja tolerancia a la frustración y sensibilidad adicional. Además, se señala su aparente desinterés en ciertas actividades, y se critican las formas de socialización que han desarrollado, entre otros aspectos.
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