La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha señalado un aumento en la demanda global de servicios de cuidado. Esta tendencia se atribuye al envejecimiento de la población y a la falta de satisfacción de las necesidades en este ámbito. Para cubrir esta creciente demanda, se recurre tanto a cuidadores profesionales como a trabajadores domésticos, cuyas labores de cuidado suelen pasar desapercibidas.
Así lo trata la OIT en su informe titulado «De la crisis mundial de los cuidados a unos cuidados de calidad en el hogar: argumentos para incluir a los trabajadores domésticos en las políticas de cuidados y garantizar sus derechos laborales«.
Las trabajadoras del hogar representan el 25 % del personal dedicado a labores de cuidado. En su mayoría, estas mujeres se incorporan a las actividades de cuidado a través de políticas o sistemas nacionales de atención, o bien son contratadas directamente por las familias que requieren sus servicios.
En general, la OIT destaca que el trabajo doméstico no proporciona beneficios de seguridad social ni derechos laborales a quienes realizan estas tareas. Además, no se les reconoce el derecho a recibir servicios de cuidado para ellas mismas o sus familias.
Estas condiciones se agravan debido a la vulnerabilidad de las cuidadoras, quienes a menudo son migrantes y/o pertenecen a comunidades indígenas.